“Yo soy su hermano José, el que ustedes vendieron a Egipto; pero, por favor, no se aflijan ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido, pues Dios me mandó antes que a ustedes para salvar vidas”
Génesis 45:4-5
La reacción de José es increíble, no tuvo represalias en contra de sus hermanos que quisieron arruinarle la vida. Su corazón no estaba lleno de odio esperando el momento oportuno para la venganza. Él comprendió que Dios utilizó todo eso negativo para formarlo y ponerlo en un lugar de privilegio.
Debemos saber que cuando hay odio en nuestro corazón, la adoración no fluye; no importa lo que haya pasado es necesario que perdonemos, que amemos y nos demos cuenta que este puede ser un proceso de Dios para hacernos mejores personas.
No podemos seguir odiando al padre o madre que no estuvo con nosotros, a la pareja que nos abandonó o aquellas personas que nos han hecho mal, si en verdad anhelamos adorar a Dios debemos ser como José, perdonar, amar... Dejar que el propósito de Dios cobre vida en nosotros; cambia el enojo y el odio, por el perdón y el amor de Dios.
Recuerda:
Cambia el enojo y el odio, por el perdón y el amor de Dios, que Dios obre en ti.
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