Moisés no era un hombre perfecto, pero había cosas en él que lo hacían único en el mundo. Cada uno de nosotros somos diferentes, por lo cual
no es necesario que imitemos a otros. Tenemos una manera peculiar de hablar, de caminar y también tenemos una manera de adorar. Si bien es
cierto, Moisés nos da una gran lección y eso ES DIGNO DE IMITAR, era el hombre MÁS HUMILDE, al Señor no lo impresionamos con las
riquezas y con el talento que Él no ha dado. Tampoco le endulzamos el oído con las más elocuentes y poéticas frases, simple y sencillamente
quiere que seamos humildes. Él sabe reconocer a un adorador humilde, no lo olvides, la gloria no es nuestra, la gloria es siempre para Papá Dios.
Recuerda:
Al Señor no lo impresionas con riquezas, tampoco con tu manera de hablar y mucho menos con los talentos… Él reconoce a los humildes.
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